Fede, Clau, Zoe y yo emprendimos la noche del jueves con un énfasis diferente. Además de disfrutar la velada que sería un culto a la amistad, la buena onda y el humor, nos propusimos cenar lo pescado, por ello, la fe derrochaba los bolsillos. La primera pieza le correspondió a Zoe con una hermosa brótola, utilizando anchoíta. Luego de un par de bagres de mar, pequeños y compartidos, llegó la brótola más grande de la noche: 5 tablas de longitud y una rechonchez que me hizo creer que se trataba de una corvina. Allí utilicé filet de lisa, en la más dulce soledad del anzuelo y el hilo elástico. Fede y Clau al finalizar la noche se guardaron las piezas extraíbles para pintarnos la cara en la próxima salida de pesca. Nos fuimos sabiendo que la luna había pronunciado su salida y quedó derramando plata en el mar azabache...
Gladys y su micropera
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